martes, 1 de abril de 2014

Patética Queen

Antes de nada, estoy sintiendo una especie de nostalgia (sadomaso) hacia mis días de colegio. Y si este post se ve impregnado por un halo de charla resentida, pido perdón. Pero es que justo estaba hablando con PaolaCompepöllas sobre sus deberes (intentando dar lástima adolescente). Y como mi nivel de empatía es similar al de una quiche de verduras, le dije "chata, te j**** y corres 12 minutos sin parar en educación física. Yo no era muy atractiva en el cole, así que sólo podía aprobar llorando. Haz lo que tengas que hacer... aquí me tienes: una futura doctora que roza la magnificencia de los más altos estándares femeninos". 
Podéis apreciar que mi familia es muy peculiar. No renuncio a mudarme de planeta con mis libros y mis 33 pares de calcetines.
Te ayudo con deberes de biología, pero no pidas más de mi.

Grandes tiempos; enfisemas inolvidables.
En la escuela, ¿no os pasabais más tiempo en el baño que en clase? Para nosotras era un antro humeante, de maquillaje panda y ouija. Incluso un santuario para esconderse de la lesbi-macho profesora de E.F. (la mayoría escogía este campo como profesión... da qué pensar, muchachas). 
Y ¿nunca criticasteis a alguien y luego esa persona salió del retrete? Y qué decir de los preciosos poemas chonicientos que adornaban las puertas ("P. la más cool de la school")... por no decir, los insultos y rumores gratuitos que la gente (moi) se inventaba "J. folla y cobra". Veréis, la originalidad para desacreditar ha sido un don con el que poca gente está dotada. 

¿Y los campamentos? Yo fui a un colegio católico, así que no me voy a alargar con  el apartado de los recesos de guitarra, Osana en el cielo y marihuana. Daría para muchos capítulos de Mis puti-memorias.
 Si habéis tenido la suerte de asistir a uno, ¿tienen algo que envidiar a la segunda temporada de Skins?
Nada. Y ya sabéis mi consejo de mala madre: una maleta con ropa y otra para viandas alcohólicas. 










¿Y los ami-enemigos? Sí. Hablo de esas personas que pasaban del primer puesto de mejor amigo del alma al apestoso y lleno de mocos cajón de ignore-toi-nunca-te-conocí-cómo-llegué-a-hablarte, según cambiara el viento de dirección. Cuanto sufrimiento de miradas furtivas y rencorosas en los pasillos. ¿Aún os pasa? No sé si era el cansancio, las puñaladas traperas (mayoritariamente surgían en los lavabos. Por lo que deberían pasar a llamarse Ejes del Infierno) o el afán por trepar en la escala social, pero mi corazón quedó reducido a cenizas cínicas gracias a ello y a mis aventuras con capullos. Está claro que la escuela nos prepara para llevar el cartel de Patética Queen en la frente.
Lo que tengo claro es que la popularidad nunca hubiese sido un bosque en el que yo podría acampar. 

"Borde de nacimiento, Alba era una desgraciada de profesión que buscaba consuelo en grupos de desintoxicación al chocolate. Cómoda entre ellos, podía mostrarse tal y como era, ya que su crueldad era admirada por personajes tan políticamente incorrectos como Gitler, Musse-de-yogur-lini y Doña Úrsula (abuela de Ana, Alba y Paula, integrantes de honor de la Generación feminazi). Obviamente, la ausencia de filtro boca-cerebro la premió con más de un enemigo. Y con una patética muerte; soltera, adicta al trabajo y al chocolate de marca Ikea (tal y como predijo Úrsula), falleció enterrada entre cajas de condones XL. Perdonadla si alguna vez os ofendió. RIP".   

¿Y qué decís de Platón? Gracias a ese minicapullo de filosofía (asignatura que siempre detesté porque  citar a Nietzche es de todo, menos vasodilatador de cuerpos cavernosos) justifiqué mis enamoramientos cambiantes. ¿Quién era yo, más que una adolescente con la natural búsqueda de la perfección amorosa? Ni hormonas, ni niños muertos. Estaba en la edad de la prostituidad y de cometer errores. 
 

Lo cierto es que doy gracias a no haberme colado en el colegio por un novio más allá de lo imprescindible. Ya sabéis, acoso después de clase, dejar apuntes perfumados e inspección de pupitre no significaban a-m-o-r a esa edad (sino desequilibrio), ya que el objeto de mi obsesión siempre era secreto y cambiaba con cada curso. 
De esta forma, puedo decir que tuve suerte, y nunca tomé muy enserio mis amores juveniles. ¿Acaso, amigos míos, no echaríais en falta a esta loca en vuestras vidas? ¿Cómo podría estar chiflada sino hubiese sido una alma torturada en el pasado? Podría ser normalita, Alba nada más. 
Qué horror. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario