lunes, 28 de abril de 2014

Lista de cosas que todo universitario/a quería hacer

Queridos mocosos del cosmos,
llega una nueva semana y con ella mi glorioso nuevo post. Sí. Ya podéis hacer de vientre gracias a "moi".

Estoy un poco sensible. Mi progenitora tiene un teléfono nuevo. Mejor que el mío. Sólo usa whatsapp. Tengo que cambiar mi estado de "rabos hunter" por "como una loncha de queso".
Además, estoy de prácticas en psiquiatría. Creo que podría vivir allí. Incluso he fichado un par de pastillas que no estaría mal llevarse de recuerdo...no sé.

En fin, taraditos míos, esta semana quería hacer un listado (como no) de todas esas esperanzas frustradas por vuestra mierder-vida universitaria. Es decir: INDIGNACIÓN, perras. Esto no es lo que me vendieron los malditos yankis en sus comedias de los noventa. Así que aquí van esas cosas que quería conseguir en mi veintena, como chica modernilla (venida a menos) que soy.

p.d. me queda mucho tiempo aún hasta la decadencia de los 30. No estoy pitopáusica. Ni me cuelgan las domingas, libremente hasta el pasillo. Pero la vida es un suspiro. Se te pasa en lo que tardas en subir una subir una selfie a instagram: "Aquí con las zorras antes de salir a Sutton- Putton  #todasunascomepollas #estanocheclmaidiafijo #quieroserpientenmiboca #sinbragasyaloloco #papaymamanobebo". La history of mai life.


1. Salir a Apolo-Cupcake cada jueves.

Yo era una joven inocente. Quería poner mi velita en Apolo por la virginidad de mis compatriotas. Y bailar cual medusa sudorosa en ese antro infernal. Pero no puede ser. 
La última vez que pisé el club inferno fue antes de mi metamorfosis a pijjipie y a que empezara a poner mi altar en Putton y Costa Poto Breve. A ello se le unió que paso los findes en la biblioteca, así que con beber un "rapidito", tiramos como locas. Fast drunk, my friend. 

2. Irme de casa, volando, rauda, veloz, en mi ponny Dovstoyevski Fiodor
Me quiero ir de casa. ¿Pero quién me paga el pisito? ¿Quién pone el cash para que pueda abrir mi casa de citas sin responder a hora y lugar? Lo cierto es que soy más niña mimada que capitana de mi alma, pero, oye. Este verano aprenderé. Estando un mes en Macedonia, quién sabe. Quizá tenga compañeros de piso cool, interesantes, atractivos, apasionados de la música, fans de la filosofía hater y podamos estar hasta la madrugada hablando de la profundidad de mis sábanas y el sonido de mis panties al deslizarse. 


Lo cierto es que la gente con la que he convivido rallaban la Rarito Perver Line (robo de comida+ tocamiento de ropa + olisqueamiento de pelo).
 La distancia es platónica. La distancia a mi comida y a mi trastorno obsesivo compulsivo. 

3. Amigos van, amigos vienen por allá.
Oooooooos adoro pequeñas ratas de Satán. Sí, sí, super sí. Yo quiero veros más. Whatsapp es un fenómeno de la naturaleza que no logra captar mi animosidad. Deseo atravesar la pantalla del teléfono y pegaros un buen pellizco de mejilla. Pero no puedo. 
Caca. ¿Otro cumple más? No tengo tiempo. No. Que no puedo comprar su regalo. Que me la suda. Que tengo 394993 páginas de radiodiagnóstico que no entiendo ni con mi crack medicinal.

4. Dormir hasta tarde los fines de semana, y si me apuras los viernes.
Faltar a clase, ser rebelde de más. Pequeña Alba, sabes que aunque deseas ir por el mal camino, una especie de imán te lleva por el bueno. Llámalo culpa, llámalo deber cósmico. Llámalo el tercer ojo para pillarte que tiene tu Sra madre.

5. Ligar un mogollón. Enserio. 
Sin llegar a extremos ETS-preocupantes de Amazona Sexual, querría un poco más de ese poco de azúcar de Mary la Poppins. 

6. Tiempo para la fotografía, explorar las dudas del universo, comprarme un bulldog francés...
Vamos. Hacer la siesta. ¿Alguien sabe dónde coño se están escondiendo esas malditas? Enserio. Desde primero de bachillerato que no veo a ninguna.

En conclusión. Debo reclamar mi juventud. Ni juergas, ni tartas de manzana. 
¿Y vosotros? 

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